Qué pasa con nuestra juventud

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Cuando era niña, me acuerdo que tenía muchas ilusiones. Soñaba con ser Médico, enfermera, cantante, presentadora de televisión, y ya, cuando la adolescencia se acercaba, tuve claro que la comunicación era mi posible destino final. Y así fue. Pero, estas ilusiones también las tenían mis compañeras y compañeros del bachillerato, cada uno en lo que quería dedicar su vida.

Los temas de conversaciones que protagonizaban nuestro descanso eran referentes a las carreras que cada uno de nosotros queríamos estudiar, algo de béisbol, baloncesto y poco más. Así era la juventud en la que crecí, con ideas, ilusiones, sueños y todos se esforzaban en alcanzarlas. Muchos de ellos lo han hecho. Hoy son grandes abogados, empresarios, ingenieros, médicos, maestros etc.

Observando a la juventud actual, me entristece ver como aquellas ilusiones ya no existen en la mayoría de los jóvenes. Los colmadones, los bailes de reguetón, tomar alcohol en la esquina del barrio, es lo que, generalmente, llama su atención hoy día. Se les ve desorientados, no tienen ni buscan un ejemplo a seguir, y los que buscan, no son los adecuados.

Me pregunto, ¿cuál es la diferencia de aquellos años de juventud con los de ahora?. A esta pregunta, me vienen a la cabeza cientos de respuestas. Una de ellas es el respeto, teníamos respeto a todo, a nuestros padres, profesores, a la naturaleza, a la vida, a los mayores, a los hermanos, a las cosas que los demás decían eran importantes.

Actualmente el respeto está ausente en la mente de la mayoría de la juventud. Parece que no tienen la más mínima consideración a nada y que le da igual todo.

Otra respuesta posible, sería la falta de autoridad de los padres. Han perdido la autoridad de golpe y porrazo. A tal punto, que en muchas ocasiones, los padres tienen prácticamente las manos atadas y no pueden hacer nada, por lo que la educación y corrección han tomado un carril poco manejable.

Y por último y más importante, proveer de todo a los hijos sin ningún esfuerzo por parte de ellos. No les dejan cabida a la creatividad, a la imaginación y mucho menos a la ilusión.

De la tecnología lo tienen todo, pero no le interesa saber de que tecnología disponían sus padres. Poseen los juegos y equipos digitales más modernos, el último Iphone o Samsung con internet sin límite incluido. los juegos de mesas, el más reciente y cuidado si se te ocurre  medir el tiempo, es una batalla perdida.

Nuestros jóvenes conocen todas las redes sociales e idolatran a sus protagonistas sin conocerlos de nada, mientras que a los padres y familiares les desprecian siempre y cuando no satisfagan sus necesidades electrónicas de inmediato.

Una gran mayoría de los niños y adolescentes de ahora, son poco receptivos a los consejos y no les hable de moral y buenas costumbres, para ellos es “cosa del pasado”. La colaboración con las tareas de la casa es algo que ya no existe y si se lo pide, te miran como a un extraterrestre.

Estudios recientes sobre la conducta de los jóvenes de este milenio, resaltan que las actitudes antes mencionadas, se acrecienta en los chicos que componen la clase social media o media alta y últimamente sectores urbanos y que las edades oscilan entre los 14 y 28 años de edad.

¿Entonces, como padres, dónde y en que punto estamos fallando?

Un artículo del reconocido psiquiatra dominicano César Mella, sobre la realidad social de nuestros hijos hoy día, explica que, lo que está pasando a esta generación de padres es aplicar la fallida frase “Yo no quiero que mis hijos pasen los trabajos y carencias que yo pase”.

Los hijos, agrega el doctor Mella en su análisis, no conocen la verdadera escasez ni el hambre. Se han criado en la cultura del desperdicio, del tenerlo todo, sin saber lo que cuesta. Muchos de ellos, a sus 10 años ya han ido a Disneyland, cuando sus padres, a los 20, si la cosa iba bien, no han llegado más lejos que al país más cercano, por no decir, a la ciudad más próxima. Carecen de constancia y sus relaciones personales suelen ser efímeras, pues al no implicarse en nada, creen que la vida es así y terminan, muchos, volviendo al hogar materno.

El doctor Mella destaca varias, ya conocidas recomendaciones, por si todavía está usted a tiempo de tomar la curva en la crianza de sus hijos.

Hay que crear el hábito de saber ganarse el dinero con honestidad, que sepan agradecer la comida, la ropa, los regalos, las vacaciones y que sepan que tienen también, una responsabilidad como hijo de cumplir con sus obligaciones de estudios y ayudar en las tareas del hogar y sobre todo, enseñarles a ser agradecidos.

Hay que hacerles entender que, asistir a la escuela es un compromiso con su propia vida y que de ello dependerá en gran parte, su futuro profesional, laboral y económico. A los hijos hay que enseñarles los quehaceres domésticos, porque no se sabe en que momento pueden verse solos y fuera del amparo de sus padres.

Como padres, debemos, sino de una manera total, parcialmente, saber a que material tienen acceso en Internet, los chats, las redes sociales, tienen sus ventajas, pero viendo lo que sucede actualmente, son más las desventajas, por eso hay que velar por lo que ven y quienes les ven. Disminuir el tiempo que pasan frente a la computadora, la televisión, el celular y los videojuegos.

Hablar con ellos de las cosas que les interesan y de las que no, algunas ideas que les pueda sugerir sin que parezca un consejo o una reprimenda. Respetar sus puntos de vista, aunque no coincidan con los tuyos. Y, amarlos y decírselos siempre, porque una persona criada en un ambiente de amor y cariño, en el mañana, tiende a dar lo que recibió.

Debemos dejar que nuestros hijos vuelen solos, no les atemos las alas, seamos simples observadores de su vuelo y orientemos sin juzgar, pero inculcándoles compromiso, seriedad y responsabilidad.

 

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