miércoles, abril 24

Santo Domingo, contraste de ambientes para el disfrute de todos

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La capital de República Dominicana está dividida en tres partes:  El gran Santo Domingo, provincia Santo Domingo y el Distrito Nacional.  Estos tres perímetros crecen demográficamente. Incluso, podríamos afirmar que su extensión está a la par de nuestra tecnología, que es mucho decir.

Hace diez años esta parte territorial del país, situada enfrente  del mar Caribe, contaba con 965,040 habitantes, según datos suministrados por el Censo Nacional, lo que indica que, a la fecha, ha duplicado el número de personas que viven aquí, tomando en cuenta el aumento de la natalidad, el desplazamiento  de familias que migraron hacia el extranjero  y luego  volvieron para instalarse de retirada, y los que viven en zonas rurales que se han desplazado a la capital  buscando  mejores condiciones de vida, convirtiéndose en el lugar de mayor  población en toda la nación.

Pero, su crecimiento humano se complementa con la reingeniería, manifestándose, mayormente, en el área céntrica que conforman las principales avenidas como 27 de Febrero, Máximo Gómez, Independencia, George Washington, John F.  Kennedy, José Núñez de Cáceres, Sarasota, Winston Churchill y la Abraham Lincoln con la construcción de torres y edificios de hedonísticos diseños, lo que, también, nos revela que hay mayor poder adquisitivo como para que se hagan grandes inversiones en el campo de la construcción comercial y residencial.

Puesto típico de venta de frutas.

Queda claro que, en la actualidad, la ciudad de Santo Domingo, en todo su polígono, concentra más del 40 por ciento de la población nacional y es el centro de mayor tamaño de la Cuenca del Caribe. De alguna forma, los lugareños nos llenamos de orgullo en cuanto a la tierra que tenemos, pues, a nuestros ojos, la capital se transformó de cenicienta a princesa de gran salón, tornándose un poco cosmopolita, y decimos esto porque tenemos la interacción de distintas culturas, residentes extranjeros que, desde hace un buen tiempo viven en esta zona. Citamos haitianos, venezolanos, colombianos, ecuatorianos, peruanos y españoles, la mayoría, empresarios.

Y desde los balcones de edificios de altos pisos, se observa, abajo, el tránsito excesivo de vehículos por las extensas avenidas. Las tiendas con suntuosos escaparates, luces que coronan con sus faroles sus postes eléctricos clavados en las esquinas, ornamentadas por floridos jardines y que hacen la diferencia de una acera poco convencional entrando la noche. Aunque el sonido de bocinas y pisadas de transeúntes que cruzan calles, penetran a nuestros super mercados y tiendas, puede resultar atropellante, no deja de ser, aquel cuadro entre espacio y seres vivos, un verdadero espectáculo.

Después de todo, Santo Domingo es más de lo que cualquier otra ciudad del mundo puede ambicionar tener y ofrecer a quienes nacieron bajo el sello dominicano y a los que hemos adoptado como criollos por las tantas veces que se quedan, seducidos, tan solo, por la sonrisa de la gente, lo que significa que como país experimentamos un desarrollo  económico  en cierta forma funcional, eso no se puede negar.

Fuera de la pobreza disidente de los barrios que circundan el Distrito Nacional, no nos quedamos en el banco de atrás, porque hace un buen tiempo contamos con servicios como el metro y elevados que hacen más llevadero nuestro sistema vial, puntualizando ese sentido reconstructivo que amerita todo centro urbano.

Calles emblemáticas de la ciudad capital.

A raíz del aislamiento social, producto de la pandemia que a principios de este año surgió con el Coronavirus, el turismo en República Dominicana había clausurado sus programas de visitas desde el exterior, como lo hicieron los países más afectados por el virus.  Sin embargo, a medida que pasan los meses, las medidas protocolares en cuanto a la entrada de personas, ha flexibilizado su patrón, y de nuevo las actividades turísticas  van reabriendo sus puertas, eso sí, con estrictas medidas sanitarias y de seguridad. A tal punto que, según informaciones suministradas por el ministro de turismo David Collado, para el mes de noviembre se ha registrado en el país un número considerable de reservas en hoteles importantes, lo que indica un aumento de visitantes con fines turísticos casi finalizando el año.

No obstante, no todo lo que se refiere al turismo debe de tener una relación tan estrecha con los puntos turísticos que se exhiben en el interior del país como el Este (Bávaro, Casa de Campo y Punta Cana, y en el Norte, Samaná y Puerto Plata), sino que para aquellos que prefieran salir de sus zonas de confort, ahí está Santo Domingo, siempre dándonos la bienvenida.

Un recorrido muy particular

Dicho esto, aún la ciudad capital está en calma, medio dormida, como consecuencia de una gran crisis sanitaria. Es un día cualquiera, con poca o mucha actividad comercial dependiendo de donde se esté, sin embargo, eso no es obstáculo para disfrutar de ciertos espacios al aire libre y realizar actividades que hace tiempo no hacías solo, o en compañía.

Si en realidad te quieres sentir sin ataduras regidas por una cadena hotelera y estas en alguna casa u hostal cercano a la zona céntrica, con ganas de ver otro rostro del turismo dominicano, para quien de verdad se considera un caminante puro, debes dejarte llevar y venir a la capital y adentrarte, para conocer su diversidad.

Mercado Modelo.

Y es que, la belleza de nuestra ciudad es singular, no se arrodilla por completo ante la actual imponencia del lujo, el confort que ofertan los majestuosos hoteles, restaurantes, bares, plazas y discotecas que en ella se exhiben, sino que es como una mariposa que abre sus alas para darle acogida a quienes deseen seguirla.

Nos cautiva con la luz del día, es dueña de una metamorfosis total porque la vida vibra en cada ladrillo, piedra o pedazo de calle de aquellos protagonistas que la han construido. Tanto así, que el verdor de los árboles que trazan alguna ruta peatonal, te contagia a querer formar parte de ellos. Y te embriaga el saludo de otro transeúnte que circula igual que tú y que desconoces, pero, su semblante generoso despierta en ti melancolía, percatándonos de que sabemos estrechar la complicidad de un fugaz momento.

Te atraen las frutas sorteadas en un triciclo parado en una esquina y en él, el “marchante” que canta una de esas canciones raras, que en algún tiempo fueron cantadas por jornaleros de los bateyes procurando aligerar sus horas en medio de un sol inclemente. Pero esta vez, bajo la sombra de un enorme paraguas, el frutero oferta los maduros guineos (plátanos), la piña, el melón, mangos y la sandía con más indulgencia en su colorido estado de ánimo, musitando aquellas alegres canciones. Por ello es Santo Domingo, nuestra ciudad venerada, donde, también se vislumbró por primera vez y se hicieron material las señales del progreso viendo a estos honestos chiriperos buscar el sustento.

Es impresionante nuestra ciudad cuando, simplemente, entras, si estás en la Churchill o Lincoln, a una heladería perdiéndote en una azul infancia con el olor a fresa, chocolate, pistacho y vainilla de una paleta o barquilla. Es alegre, nuestra ciudad, como esas carpas puestas en la Avenida Mella cubiertas de cuantos corotos no puedas creer que existen.

El Mercado Modelo, punto esencial donde se reúne gran parte de la concentración turística en RD.

Allí pasas por un antiguo edificio que alberga el Cuerpo de Bomberos. Más Adelante, descubres el interior del Mercado Modelo, donde verás a mujeres con sus tarantines cubiertos de hojas, hierbas medicinales y ungüentos para la buena suerte, más arriba, en ese inmenso mercado, están todos los puestos de artesanía y pinturas alegóricas a nuestras costumbres y tradiciones, dulces de todo tipo, ropa hecha a mano y bisutería con nuestras piedras emblemáticas: Ámbar y Larimar.

La gente es curiosa en la forma que vende sus productos, pues de la nada sales del Mercado Modelo con alguno que otro objeto, oliendo a Folclor.

Es una ciudad humilde porque cuando se erra por alguna disputa verbal, el dominicano se desvive implorando tu perdón.  Es sabia, porque con las pocas monedas que, a veces, tienes, te las arreglas para entrar a almorzar el plato del día que consiste  en arroz, habichuelas, fritos maduros y carne guisada  en una fondita que está frente a algún parque olvidado.

Malecón de Santo Domingo.

Acto seguido, comes bien con casi nada y das gracias al Creador por existir rincones como estos que sobredimensionan, benévolamente, la ciudad.  Santo Domingo es hospitalaria porque te abriga, literalmente, un día de abundante lluvia, sin saber, si quiera, quien eres.

Con sus construcciones góticas, renacentistas en la Zona Colonial, y el parque Independencia, es enigmática, misteriosa, como esas mujeres recatadas, conservadoras en lo elemental, que guardan su mejor versión para la intimidad con el amante. Esa es nuestra ciudad, la ciudad de Santo Domingo: íntima, exótica, sensual, cálida, inigualable para el caminante que no se conforma con mirarla de lejos después que aprende a verla.

Qué puedes perder en dejar de visitarla? entendemos que mucho, pues es Santo Domingo una versión discreta de la vida cotidiana, de lo que somos nosotros mismos como entidad citadina. A lo mejor, si tienes la gracia de involucrarte sentimentalmente con nuestra ciudad, recorriéndola, poseyéndola, lo más probable es que termines, indisolublemente, atado a ella.

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