Día Mundial del Veganismo, más que una celebración

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Por Doris Ovalle

Cada 1 de noviembre, desde el 1994, unos 300 millones de personas celebran el Día Mundial del Veganismo, lo que representa casi un 5% de la población del Planeta.

¿Qué importancia tienen estos datos en estos momentos? Lo primero, que se está cambiando la forma de ver a los animales y aceptando que son seres sintientes; segundo, que hay una creciente preocupación por lo que llega hasta nuestro plato en cuanto a salud se refiere; y tercero, que dentro de la generación más joven está calando la información de las organizaciones animalistas y ecologistas a través de las redes sociales. Tanto es así, que en el 2003 nació la iniciativa “Lunes sin carne” por The Monday Campaigns Inc. en asociación con el Centro de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg School for a Livable Future, en Estados Unidos.

Así que ya no es visto como un fenómeno raro que muchos “influencers” veganos cuenten con cientos de adeptos y los vídeos sobre este estilo de vida casi compiten en audiencia con los de gatitos en Youtube. También muchas empresas de “carne vegetal” ya están cotizando en bolsa.

Muchos escépticos lo ven como una tendencia que pronto pasará de moda, pero la verdad es que esta forma de comer conlleva una posición ética que asumieron grandes personajes de la historia, como Pitágoras, Leonardo da Vinci, Mahatma Ghandi y Martin Luther King. Incluso el más brillante filósofo del Siglo XIX, Arthur Shopenhauer, sostenía que el hombre debía vivir en armonía con la naturaleza y no situarse por encima de ninguna otra vida.

¿Los animales sienten?

El veganismo, según la Vegan Society, fundada en Londres hace más de 60 años, establece que “el hombre debe vivir sin explotar a los animales y se compromete así a procurar el fin del uso de los animales como comida, proveedores de productos básicos, como herramientas de trabajo, para la caza, vivisección y todo uso que implique la explotación realizada por el humano a la vida de otros animales”.

Los estudios que han hecho que esta organización llegue a esa conclusión se remontan hasta el historiador romano Plinio el Viejo, quien en el año 77 narró como un delfín dejó de respirar voluntariamente, al morir un niño con el que se había encariñado. La historia está llena de datos como éste y en los últimos documentales, como los de la primatóloga Jane Goodall y en “Terrícolas”, narrado por el actor y activista Joaquin Phoenix, así como el “Estudio de China” o “Cowspiracy”, queda reflejado que no solo los humanos poseen un sistema nervioso central y son capaces de dar y recibir afecto.

Por ejemplo, los cuervos y chimpancés son capaces de sentir envidia, las vacas pueden recorrer cientos de kilómetros cuando escapan de los mataderos, los topillos acarician a sus congéneres cuando están estresados; y ciertas aves se aparean para toda la vida. Son más parecidos a nosotros de lo que creemos.

Recorrido de un bistec y un vaso de leche

Mas allá de la polémica declaración de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que hace dos años hizo un llamamiento a la reducción de la carne por vincularla a enfermedades crónicas, como cáncer, diabetes, Alzheimer y enfermedades del corazón, la mayoría de los que han decidido informarse del rastro del animal que ha llegado a su plato, han terminado por renunciar a este placer.

Algunas organizaciones animalistas, como Peta e Igualdad Animal, han logrado infiltrarse en granjas y mataderos publicando grabaciones que han horrorizado hasta a los mismos distribuidores de productos cárnicos, pero obviamente no todo el mundo está dispuesto a ver estas imágenes. Esto ha provocado que cientos de jóvenes de Anonymus Animal salgan con ordenador en mano a mostrar el “cubo de la verdad” a los transeúntes. Un método quizás un poco fuerte de enfrentarnos a la realidad de lo que hacemos directa e indirectamente a los animales.

Así es como han salido a la luz personas saltando encima de cerdos, gallinas hacinadas con el pico cortado para que no se picoteen entre ellas; vacas que no están inconscientes cuando se les mata, pollitos machos triturados en máquinas, porque al no poner huevos no son rentables; cerdos a los que se castra o se les corta los colmillos sin anestesia….

A esto se le suma todo lo que hay detrás de un acostumbrado café con leche. La industria láctea, una de las más poderosa de Estados Unidos y Europa está intentando limpiar su imagen, luego de que diversos documentales muestran las condiciones en que sobreviven las vacas lecheras, que normalmente puede vivir 25 años, pero en las granjas dejan de ser productivas a partir de los 5 años. Toda una vida inseminada artificialmente, quitándoles los terneros al nacer, llevando directamente al matadero los machos y alimentando artificialmente a las hembras hasta que se puedan inseminar. Un ciclo que no se detiene, hasta que alguien cambia a un vaso de bebida vegetal, como soja, almendra, avena, etcétera. Del recorrido del huevo se podría escribir todo un libro.

No hay planeta B

Otra de las razones para elegir el veganismo como filosofía de vida tiene que ver con el impacto ecológico. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) el sector cárnico emite el 15% de los gases de efecto invernadero (más que el transporte mundial), pero según la publicación Livestock and Climate Change, de Goodland y Anhang, el ganado y sus subproductos emiten el 51% de estos gases.

Tras el Acuerdo de París, 158 países acordaron medidas regulatorias para frenar el cambio climático, pero ninguna ha tomado en cuenta estos datos ni la creciente deforestación debido al cultivo de soja que se destina a la alimentación del ganado. Un ejemplo gráfico de esto es la pérdida de grandes pulmones en territorios de Amazonía y África.

¿Qué se puede hacer entonces? Toca a cada uno elegir dentro de una pirámide alimenticia que no implique que más animales sigan sufriendo un infierno en la tierra, asumir su responsabilidad ante el cambio climático y con esto enviar un mensaje a las grandes empresas ¿Utopía? Puede ser. Pero las últimas investigaciones sobre la carne y su impacto sobre la salud y el medio ambiente, además de su relación con las últimas pandemias, revela que si no elegimos nosotros será el Planeta quien lo haga y es el único que podemos habitar.

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