El mundo del cine llora la muerte de Sean Connery

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Grande entre los grandes, de su época, el mejor, símbolo y ejemplo para sus descendientes, Sean Connery, el mítico agente 007 y Masón, en La Roca, nos dejó a los 90 años. Atrás queda una interminable estela de admiración, 70 películas y amores, tanto como su éxito a nivel mundial.

Su fuerza en cada personaje que interpretaba acaparaba la atención de sus espectadores, tanto que jamás volvían a olvidarle. En cada filme en el que participaba, tenía el éxito asegurado. Su carisma embriagaba y por ello el mundo del celuloide llora su ausencia.

En declaraciones al ‘Daily Mail’, su esposa Micheline Roquebrune, ha confesado que Connery padecía demencia: «No era una vida para él. Últimamente no podía valerse por sí mismo. Al menos murió mientras dormía, de una forma muy pacífica. Estuve con él todo el tiempo y simplemente se fue. Era lo que quería».

Micheline conoció a Connery en 1970 en un torneo de golf. Se convirtió en su segunda esposa en 1975 y juntos formaron una de las parejas más sólidas y duraderas de Hollywood. «Era hermoso y tuvimos una vida maravillosa juntos», ha confesado.

Connery interpretó Jame Bond en siete películas. Obtuvo un Premio Oscar, dos premios Bafta y tres Globos de Oro. El ex primer ministro escocés Alex Salmond definió a Connery como “el escocés más grande del mundo, la última de las verdaderas estrellas de Hollywood”. Su compañero de profesión, también interprete de Bond, Roger Moore, publicó en su cuenta de Twitter la tristeza que le causa la muerte Connery.

Un escoces más, hasta que se descubrió su estrella

Sean Connery nació el 25 de agosto de 1930 en el seno de una familia humilde de Edimburgo, ciudad escocesa perteneciente a Reino Unido. Su madre, Euphemia McBain, era empleada de la limpieza, y su padre, Joseph, obrero en una fábrica, reporta NBC News.

A los 14 años dejó de estudiar y pasó por una serie de trabajos manuales, desde conductor de camión hasta lechero, antes de descubrir su vocación por la actuación. El peor de ellos, diría más tarde, fue pulir ataúdes.

Su recorrido como celebridad empezó en 1950, cuando compitió como culturista en un concurso de Mr Universo en Londres. Su físico le valió su primer papel importante en televisión. Pero su verdadera gran oportunidad en el mundo del cine llegó 12 años después, cuando fue seleccionado para interpretar al legendario espía James Bond para la primera transposición a la gran pantalla de ese personaje ya protagonista de populares novelas.

Así, en 1962 protagonizó la película “DR. NO”, el punto de partida de su futuro de estrella de Hollywood, donde se ganó además la fama de «rompecorazones» hasta ser definido el hombre vivo más sexy en 1989 por la revista People.
Tras el triunfo de ese filme, siguieron otros cinco títulos de la serie oficial de 007: Desde “Rusia con amor” (1963), “James Bond contra Goldfinger” (1964), “Operación Trueno” (1965), “007: Sólo se vive dos veces” (1967) y “Diamantes para la eternidad” (1971).

Connery volvió a interpretar el papel de James Bond por última vez doce años después con “Nunca digas nunca jamás”, aunque esa película no se considera parte de las entregas oficiales sobre Bond.

Pese a que la fascinación que ejercía el personaje para el público fue creciendo cada vez más, la tolerancia de Connery por él disminuyó. Frustrado por las peleas con los productores por su salario y la creciente sensación de que Bond eclipsaría todo lo demás que hacía, el actor se echó atrás de la serie.

Tras participar “La liga de los hombres extraordinarios” en 2003, el actor abandonó la gran pantalla y desde entonces residía en las Bahamas. Fue el cierre de un camino que quizás no estaba entre sus planes cuando era joven. Un camino que empezó cuando él era «obrero, doblador de acero, mezclador de cemento, prácticamente cualquier cosa y que seguiría hasta convertirlo en el agente secreto más admirado y seductor del mundo.

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