Una de las cosas más agradables que me han pasado en mi contacto con la Comunidad Dominicana en Madrid realizando labores sociales, es conocer a personas que viven para ayudar a las personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad.
Un día cualquiera fui a llevar unos fármacos para una mujer que estaba viva pero muerta al mismo tiempo, tanto física como emocionalmente, y un señor con todo el respeto, me pidió ayuda y no dudé en decirle que sí. Fui a su casa y me llamaron la atención dos cosas: la diversidad de nacionalidades que estaban comiendo en su casa y, con la sutileza y humildad que me enseñó la comida que había podido hacer, no para él, sino para las personas que acuden día a día a su casa por comida, fármacos y dosis de esperanzas.
No existe un puesto en el mercado de maravillas que no le reconozca, que no le respete. Es sin duda, un hombre con una sensibilidad humana carente en estos tiempos y que los jóvenes deberíamos retomar esta forma de ayudar al prójimo, porque tener hambre es lo más desesperante que nos puede pasar como seres humanos, es una necesidad básica que si no está cubierta somos capaces de cualquier cosa y más cuando existen menores de por medio.
Su capacidad de solidaridad sobrepasa cualquier barrera idiomática y social. El motor que le mantiene vivo es ayudar y trabajar para y por el bienestar del prójimo.
Esta visita que me llenó de orgullo de compartir nacionalidad, fue a la casa del señor Manuel Mendoza Veras, el del Barrio del Pilar. Ese que todo el mundo conoce y que ni en tiempo de Covid-19 se detuvo para ayudar a los demás.
Mis mayores respetos, y en este día del padre sé, por comentarios de otros, que es y cumple el rol de padre sin tener ningún parentesco de consanguinidad con las personas que les piden ayuda… definitivamente un padre a nivel moral.
Feliz día del padre señor Manuelón.
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